Ya han regresado nuestros alumnos (y profesores) del viaje a París. Sabemos que lo han pasado muy bien, que todo ha ido según lo previsto y aún quieren darnos un poco de envidia a los que nos hemos quedado aquí. Estas son las crónicas que nos han mandado:
Crónica del primer día, por Miranda Lastra
El martes 24 de marzo de 2015, las 89 imprescindibles piezas para construir el que será un inolvidable viaje, partió hacia París, impacientes por dar comienzo a esta experiencia que ronda la mente de todo niño desde que da sus primeros pasos en el que será su hogar los próximos 15 años.
A las 00:00 en la Basílica de Begoña comenzaban las especulaciones de cómo sería el hotel, la comida, los parques... y la emoción impidió a más de uno coger el sueño en las 8 horas de viaje hasta Poitiers, y como piña que somos, ¡si uno no duerme, el resto tampoco!
Al llegar a nuestro destino partimos en busca del restaurante en el que tomamos el desayuno bajo el rocío de la mañana. Tras un buen desayuno con el que recargamos energía, empezó un trepidante día en Futuroscope, un parque lleno de ciencia, simuladores, adrenalina y sobre todo ¡diversión! A las 14:00 nos reunimos todos para comer, descansar y prepararnos para la tarde. A las 15:30, un mago nos deleitó con un impresionante espectáculo, y otra vez partimos hacia las atracciones. Juntos montamos en miradores que se elevaban a alturas que hacían dar un vuelco al estómago y bicis acuáticas en las que aparcar parecía una misión digna de James Bond. Finalmente, a las 20:00 y ya bajo la luz de la luna, vimos un espectáculo de luces y agua que nos dejó a todos sin palabras.
Después de un gran día cargado de emociones, llegó la hora de la cena, en la que brillaron unos postres para chuparse los dedos. Y por último, la hora de dormir llegó a todos como un hechizo ante el que todos caímos rendidos tras un inmejorable comienzo de este viaje de estudios de 2015.
Crónica del segundo día, por María de Maintenant
Las grisáceas nubes de un día oscuro y el sirimiri parisino daban comienzo al segundo día de nuestro viaje. Algunos en mejores condiciones que otros, pero al fin y al cabo todos, sacamos fuerzas para pegarnos el madrugón del siglo y poder ir a visitar el grandioso palacio de Versalles. Bien aferrados a los mangos de nuestros paraguas, nos aproximamos con el autobús a la entrada, donde tuvimos que esperar un largo rato, tiempo suficiente como para sacarnos unas buenas fotos grupales. Una vez dentro pudimos disfrutar de unas enormes salas lujosas en compañía de una especie de walkie talkies que explicaban el origen del palacio y su correspondiente historia. La visita se hizo amena, ya que pudimos ir a nuestro aire y dar prioridad a las cosas que considerábamos más importantes.
Después de estar en el Palacio de Versalles, los profesores nos dejaron tiempo libre para comer y descansar un rato. Algunos decidimos ir al McDonals y otros prefirieron tirar del embutido que tenían del día anterior. A las 15:30 nos reunimos todos de nuevo y nos dirigimos hacia el albergue ''GENERATOR´''. Cogimos las tarjetas, escuchamos un par de normas de los profesores y nos dirigimos a las habitaciones correspondientes. Después de dejarlas, lavarnos los dientes y arreglarnos un poco, estábamos listos para disfrutar de un maravilloso paseo por el río Sena. Cuando subimos, pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares, desde la Torre Eiffel hasta la otra punta de París, pasando por Notre Damme y los míticos puentes de los candados que no pueden faltar. Fue algo realmente bonito.
Siguiendo la tradición de llegar tarde a todos los sitios ,tuvimos que darnos prisa para llegar al restaurante Rívoli, pero antes de eso tuvimos la oportunidad de ver la calle donde se encontraban las tiendas más lujosas de París, una especie de ''Gran Vía'' pero a lo grande. Mil tiendas como Louis Vuitton, Mercedes, Fnac gigante.. .En nuestro caso, preferimos entrar en Disney, con la misma ilusión que un niño de dos años deseando que sus padres le regalen su juguete favorito.Claro que, en este caso no hay padres y tuvimos que arreglárnoslas para pagar los caros precios de la tienda. Por fin, logramos llegar al Arco del Triunfo y sacarnos un par de fotos de recuerdo. Íbamos con el tiempo justo, así que nos pusimos las pilas y al final pudimos llegar al restaurante, donde los camareros parisinos nos esperaban con una cara poco agradable, la verdad. Entre pizza, patatas fritas y unos buenos platos de lasaña, se iba aproximando el final de nuestro día. Con mucho dolor en los pies y caras de sueño nos aproximamos al albergue y nos quedamos dormidos todos, con la ilusión de empezar el tercer día con fuerza e ilusión.
Crónica del tercera día, por Beñat Garai
El tercer día fue en mi opinión el más completo de los cuatro. Nos levantamos sobre las 7 de la mañana y para las 8 ya estábamos en nuestros respectivos autobuses. Asimismo, comenzó una ruta guiada en la que visitamos varios puntos importantes de París. Esta última duró unas dos horas, en las que unos pocos escucharon atentamente mientras el resto se recuperaba de la falta de sueño acumulada. A continuación, fuimos a una catedral -cuyo nombre no recuerdo- y tras la visita tuvimos dos horas de tiempo libre.
Una vez finalizado el descanso, hicimos una breve visita al Museo de Louvre (en mi opinión demasiado breve) y tuvimos la oportunidad de contemplar La Gioconda, obra pictórica renacentista mundialmente reconocida. Tras la visita y alguna complicación inesperada, nos dirigimos a nuestro siguiente destino: la torre Eiffel. El resto de la tarde la pasamos allí, contemplando la “ciudad del amor” desde las alturas. Sobre las nueve y media fuimos a cenar. Una vez llenamos nuestros estómagos después de un día agotador, se nos ofreció la opción de visitar la catedral de Notre Dame. Sin embargo, no muchos asistieron a esta última visita del día, dando así por finalizado el tercer y penúltimo día del viaje.
Crónica del cuarto día, por Alba Vázquez
Finalmente llegó el último día y con él, Disneyland. Pasamos
el rato entre esperas y atracciones, y con una mezcla de ilusión y agotamiento.
Disfrutamos del espectáculo final y nos sacamos la foto con el castillo,
sabiendo que eso marcaría el final de nuestro viaje.
Definitivamente, ha sido un viaje que recordaremos siempre,
no solo por lo que hemos hecho sino por la compañía con la que lo hemos hecho.
Muchas de las anécdotas vividas serán difíciles de olvidar, y a pesar del
cansancio lo disfrutamos todo al máximo.
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